Fue el naturalista británico Charles Darwin que en 1872 describió por primera vez las emociones básicas: alegría, tristeza, ira, miedo y sorpresa. Para ello, utilizó 11 fotografías en blanco y negro originalmente tomadas por el anatomista francés Guillaume-Benjamin Duchenne, para examinar el movimiento de los músculos faciales.
Darwin quería probar que hay una serie de emociones «cardinales» que son expresadas y percibidas por todos los humanos de la misma forma, y que son innatas o biológicas.
Cambridge University Library.
El estudio formó parte de su libro de 1872, La expresión de emoción en los hombres y animales, en el que presentó su opinión de que la expresión era una característica que los humanos y animales compartían.
«En las últimas décadas, debido a la investigación en varios laboratorios, hoy sabemos que cada emoción básica está relacionada con una red neuronal específica. A su vez, estos sistemas neurales están interconectados entre sí. Esto es fundamental puesto que frecuentemente tenemos que enfrentar situaciones emotivas complejas que requieren de más de una emoción».
La emoción es un elemento clave que incide en los diferentes procesos cognitivos como la memoria, o la toma de decisiones, influyendo a su vez en nuestro tono de voz, gestos, postura, etc.
«Las pasiones, como denominaban a las emociones los griegos, son las que nos hacen únicos como especie animal, y también, las que nos ligan a nuestro pasado evolutivo».
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